17 de enero de 2008

Una conversación que no tiene desperdicio.

17 de enero de 2008
La reunión clave de la historia reciente del PP fue algo parecido a un careo judicial. En un lado de la mesa, el juez, Mariano Rajoy, y el secretario judicial, Ángel Acebes. Y al otro, los careados, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, defendiendo sus versiones y reclamando sus derechos.

Según una reconstrucción de la escena, contrastada con los dos sectores en discordia, Rajoy suelta el bombazo nada más empezar. Ha preparado a conciencia la reunión, y lleva escrito todo en un papel. "Aquí hay un ofrecimiento público para ir en las listas al Congreso por Madrid [el de Gallardón] y otro privado [el de Aguirre]", señala.

El alcalde de Madrid se queda blanco. Es el único que no sabe que en Navidades, Aguirre había hecho llegar a Acebes, persona de su total confianza, su órdago. Si Gallardón quiere ir en las listas para ayudar al líder, ella también. Quiere estar allí, y por delante, claro. Pero la diferencia es enorme. El alcalde no tiene que dejar su puesto para llegar al Congreso. Ella debe dimitir inmediatamente (antes de que se registren las listas) y perder todo su poder para dárselo a su mano derecha, Ignacio González. Aguirre comunica que está dispuesta a hacer ese sacrificio. No habla con Rajoy, pero le deja claro a Acebes que quiere que el líder lo sepa.

Gallardón había llegado tranquilo a la reunión. Cuando le dicen, por la mañana, que la cita clave será en Génova y estará Aguirre, se relaja. Sólo puede ser un sí, comenta a su entorno. Lo contrario sería demasiado humillante. A su esposa le pide que esté tranquila, que vaya al estreno en el Teatro Real de Tristán e Isolda, de Wagner. "Llegaré en el intermedio", le dice. Pero no es así. Es ella quien abandona, junto a sus hijos, el teatro a media función cuando conoce el varapalo que se ha llevado su marido.

Después del bombazo, Rajoy les echa a los dos una filípica:

-Estoy harto de vuestros enfrentamientos. A dos meses de las elecciones esto no se puede tolerar, tenemos que arreglarlo.

El líder quiere escuchar, darles una última oportunidad para que solucionen el problema allí mismo. La tensión crece después de la regañina, y es Gallardón quien rompe el hielo:

-Presidente, yo he obtenido un resultado extraordinario en Madrid. Llevo 16 años de mayorías absolutas ininterrumpidas. Creo que puedo aportarle mucho al partido y a ti si te acompaño en las listas. Creo que es bueno para todos y por eso te lo he pedido.

La competición comienza. Aguirre toma la palabra:

-Si es por resultados, yo he sacado los mejores de toda la historia del PP de Madrid en las últimas elecciones. Como sabéis, hemos ganado hasta en Pinto, y en otros pueblos donde la izquierda siempre había sido mayoritaria. Si se trata de ir en la lista para ayudarte a ti y al partido a arrastrar votos, yo me apunto. Creo que deberíamos quedarnos los dos en nuestros puestos, pero si creéis que es bueno que vayamos en las listas, estoy dispuesta.

Gallardón contrataca:

-Esto es una trampa, una encerrona.

Rajoy y Acebes tratan de mantener la compostura. La pelota está en el tejado del líder, que, al fin, y por primera vez desde el verano, se moja:

-Muy bien, habéis explicado vuestra posición. Yo creo que, como dice Esperanza, lo mejor que podéis hacer los dos es quedaros en vuestros puestos. Es lo mejor para el partido.

Gallardón explota. Lleva casi 15 meses convencido de que irá en las listas. Ha hablado con Rajoy en decenas de ocasiones, y aunque nunca le ha confirmado que irá -el estilo gallego le impide ofrecer garantías de ese tipo, según cuentan siempre quienes le conocen- tampoco se lo ha desmentido, lo que ha alentado sus sueños. Es algo que ya está asumido dentro del PP, prácticamente todos los dirigentes consultados en las últimas semanas -entre ellos la mayoría de los miembros de maitines, la cúpula que se reúne cada lunes- lo daban por hecho. La prensa lo ha publicado así, y nada hace pensar que en el último minuto todo se irá al garete. Gallardón pierde hasta las formas, y sube la voz:

-No puede ser. No me podéis hacer esto. Llevo 30 años en este partido, ayudé a fundarlo, me he dejado la vida y nunca he pedido nada. Es la primera vez que lo hago, era mi ilusión.

Después se calma un poco, respira hondo, y lanza su órdago, el que responde al de su rival.

-Mariano, tú has tomado tu decisión. Y yo la mía. Después del 9 de marzo dejaré la política. No quiero hacer daño al partido, pero no puedo seguir así. Sólo te prometo una cosa. Para evitar hacer daño a tu campaña, no haré pública mi decisión hasta después de las elecciones.

Rajoy no da crédito a lo que está escuchando. Se mantiene en silencio, y es Acebes, que hasta ese momento no ha abierto la boca, quien interviene para tratar de mediar.

-Vamos a tranquilizarnos. Tenemos que pactar una explicación de lo que está pasando aquí, hay que contárselo a la gente para que lo entienda. Tenemos que decir que estamos todos de acuerdo en esta solución de que nadie vaya en las listas [es lo que después diría el comunicado oficial].

-A mí me parece bien la decisión que has tomado, y quiero decirlo, Mariano -interrumpe Aguirre.

-Yo no estoy de acuerdo, es evidente. No se puede pactar nada. Mejor lo dejamos -sentencia el alcalde.

La reunión concluye en un clima de tensión tremendo. Aguirre y Gallardón bajan juntos en el ascensor hasta el garaje, donde están sus coches oficiales. La presidenta, con su desparpajo habitual, trata de consolar al alcalde:

-Alberto, no sé por qué te pones así. El día 9 vas a estar igual que hoy. Si se gana, podrás ser vicepresidente si Mariano te lo pide. Y si Mariano pierde, tú y yo estaremos en iguales condiciones, como los demás.


El alcalde apenas la escucha. Va mascando su derrota, y prefiere no contestar. Ha sido humillado, ha anunciado que lo deja delante de su gran rival y del que creía su gran apoyo, Rajoy. Poco más puede decir ya.

Fuente: ElPAis.com

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